Inició sus andanzas bandoleriles con Antonio López Martín el Niño de la Gloria y Juan Muñoz el Canuto, a los que se uniría más tarde Antonio Sánchez el Reverte.
Comenzaron entonces los asaltos en los cortijos y a exigir dinero a las gentes acaudaladas, incluso tuvieron algunos enfrentamientos a tiros con los miembros de la Benemérita lo que hizo que fuera cogiendo gran fama.
Se cuenta también que llegaron a ser apresados por las fuerzas de la autoridad en una ocasión, pero misteriosamente escaparon.
Parece ser que en un principio se le empezó a llamar Pedernales debido a la dureza de sus sentimientos, como así demostró con sus hijas a las que se dice que quemó molestado por su llanto, o violando a una mujer en el cortijo de Cazalla.
Igualmente fue implacable matando al dueño del cortijo de Hoyos, cerca de La Roda, que al parecer había intentado envenenarlo junto a su tío el Soniche y otro miembro de la banda. Finalmente este nombre derivó en Pernales que es como se le llamaría desde entonces.
Solían actuar por los campos de Marchena, Puebla de Cazalla, Osuna, La Roda, Santaella, Lucena, Morón, Ecija y todo el valle del río Genil.
El diario contacto con gañanes y gente humilde, víctimas de injusticias permanentes, hacía que estas gentes le solicitasen de vez en cuando alguna ayuda a lo que él no rehusaba.
Incluso solía repartir algunos cigarros y algún duro entre los campesinos que se cruzaba por los caminos, de donde tal vez le venga la fama de repartir el dinero entre los pobres.
A cambio éstos le prometían fidelidad y veían en él un aliado contra los ricos, un defensor de sus derechos, además de saber que si lo traicionaban su venganza sería terrible.
Por otra parte Pernales era un consumado jinete que sabía escapar rápidamente a cuantas emboscadas le tienden a lomos de su caballo Relámpago, que superaba en velocidad a cualquier otro caballo.
Sus robos consistían en solicitar a la persona elegida amablemente una cantidad de dinero (generalmente mil pesetas) cantidad que solía entregar, conocedora de su fama y para evitar males mayores.
Estos robos fueron en aumento y las autoridades de Madrid empezaron a preocuparse ante sus fechorías, incluso se dice que llegó a asaltar al gobernador de Córdoba al que en persona le solicitó mil pesetas.
Solo robaba a quien tenía dinero suficiente, por lo que las personas humildes estaban de su parte; de esta forma en las tierras andaluzas por donde actuaba se sentía seguro y protegido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario