viernes, 9 de noviembre de 2007

22.12.06

David Padilla, el pintor
Lo bueno que tienen los pintores realistas es que te ahorras preguntarles “¿y eso qué pollas es?” cuando te enseñan alguna de sus últimas creaciones. No te digo ya los hiperrealistas: a los hiperrealistas me dan ganas de abrazarlos y darles besitos en el cuello o en la oreja, según, lo que pasa es que me corto y tampoco creo que se dejen mucho. David Padilla llega, entra, habla, mira, te cuenta, se va, vuelve y entra, y habla, y mira, y te cuenta, y se va… David no dormita en su genio ni se mece en la butaca vieja de sus méritos. Cualquiera diría que Padilla tiene azogue, pero lo que le pasa es que le rebosan la vida y las ganas, digo yo, y no quiere derramarlas en un roalillo sólo, mejor esparcirlas en charcos variados a los que, a la postre, pintarles catedrales. Porque David nos ha enseñado que la Catedral de Jaén también está por los suelos, por muy Patrimonio de la Humanidad que la pretendamos. Y luego va y te habla de su estudio como si hablara del oxígeno, del sueño, del agua, y te convida a descorchar cualquier noche unas cuantas botellas de buen vino y de mejor óleo. Y eso de que tenga un cuadro con un árbol en cuyo tronco está grabada la palabra “Lagártica”… Pues qué quiere usted, es bonito.

Jesús Tiscar

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